Cuando la comparación te roba la alegría de competir
“Era feliz solo por golpear la pelota”
Recuerdo a Lucía, una joven tenista de 15 años, sentada frente a mí después de perder en semifinales. No había llorado por el marcador, sino por algo más profundo. “No entiendo por qué me esfuerzo tanto si siempre hay alguien mejor”, me dijo, mirando al suelo.
En su voz había frustración, pero también un cansancio que no tenía que ver con el físico. Le pregunté si recordaba cómo se sentía cuando empezó a jugar. Su rostro cambió: una sonrisa leve, casi infantil, apareció por un segundo. “Era feliz solo por golpear la pelota”, respondió. En ese instante supe que lo que Lucía necesitaba no era más técnica, ni más horas de entrenamiento. Necesitaba recuperar la alegría de competir.
La trampa silenciosa de la comparación
En el deporte, la comparación es una sombra constante. Se esconde detrás de los rankings, los likes en redes sociales o los comentarios en la grada. Muchos deportistas, especialmente los jóvenes, empiezan a medir su valor según lo que hacen los demás: cuántos torneos ganan, cuántas becas consiguen o cuántos seguidores tienen. Pero esa mirada hacia fuera, aunque parezca inofensiva, poco a poco apaga la motivación deportiva genuina.
Desde mi experiencia como Coach Mental Deportivo, he visto cómo la comparación no solo roba la alegría de competir, sino que erosiona la autoconfianza. Cuando un deportista vive pendiente de lo que hace otro, deja de disfrutar del proceso y empieza a competir desde la carencia. Se convierte en alguien que corre detrás de la validación, no de su propio progreso.
Lucía no había perdido su talento. Había perdido su centro. Su foco ya no estaba en mejorar su saque o en aprender a mantener la calma en puntos decisivos. Estaba en observar a las demás jugadoras, compararse y castigarse. Y lo más triste es que esa costumbre, alimentada por la presión del entorno, puede convertirse en una forma de autosabotaje.
Por qué la comparación vacía la motivación deportiva
Compararse puede parecer una forma de medir el progreso, pero en realidad muchas veces se convierte en una fuente constante de insatisfacción. Cuando un atleta basa su motivación en “ser mejor que otro”, está construyendo su autoestima sobre un terreno inestable. Siempre habrá alguien más rápido, más fuerte o con más experiencia.
El resultado: frustración, ansiedad y una sensación de nunca ser suficiente.
Un buen Coach Deportivo sabe que el verdadero combustible de la motivación no está en superar a los demás, sino en superarse a uno mismo. Cuando el deportista compite desde ese lugar, el proceso vuelve a tener sentido. Entrenar deja de ser una carga y vuelve a ser un acto de crecimiento.
La comparación, además, desactiva uno de los pilares más importantes del coaching mental: el foco interno. Este foco se refiere a la capacidad del atleta para concentrarse en su propio rendimiento, emociones y aprendizajes, sin distraerse por factores externos. Perder ese foco es como jugar un partido mirando constantemente el marcador del rival: desgasta, confunde y desvía la atención del presente.
Detrás del hábito de compararse, casi siempre hay una necesidad emocional no atendida
Lo que hay detrás de la comparación: inseguridad y búsqueda de aprobación
Detrás del hábito de compararse, casi siempre hay una necesidad emocional no atendida: la búsqueda de aprobación. Muchos deportistas jóvenes; y también adultos, asocian su valor con los resultados o con lo que los demás piensan de ellos.
El problema es que esa validación externa nunca se llena. Hoy puede ser una victoria o un elogio, pero mañana el silencio o la crítica vuelven a dejar un vacío.
En el caso de Lucía, bastó una simple observación para entenderlo: durante los torneos, su mirada iba más hacia las otras pistas que hacia la suya. Su mente estaba en los demás. Por eso, una de las primeras tareas que le propuse fue escribir en un cuaderno después de cada entrenamiento:
Qué hice bien hoy?
Qué aprendí?
Qué quiero mejorar mañana?
Parece simple, pero este tipo de ejercicios de coaching mental ayudan al deportista a reconectar con su progreso interno. Le devuelven el poder sobre su propio proceso.
¿soy mejor que los demás? o ¿Soy mejor que ayer?
Estrategias para volver al foco interno
Como Coach Mental Deportivo, suelo compartir con mis deportistas y sus padres algunas herramientas prácticas para evitar caer en la trampa de la comparación y fortalecer la motivación interna:
1. Cambiar la pregunta
En lugar de “¿soy mejor que los demás?”, invito a que se pregunten:
👉 “¿Soy mejor que ayer?”
Esta pequeña diferencia cambia todo. Desplaza la atención del resultado externo al crecimiento personal.
2. Entrenar la gratitud deportiva
Cada día, anotar tres cosas por las que se sienten agradecidos en su proceso: una lección, un avance técnico o simplemente haber disfrutado del juego. La gratitud contrarresta la frustración y entrena la mente para enfocarse en lo que sí está funcionando.
3. Silenciar el ruido externo
No siempre es posible evitar redes sociales o comentarios, pero sí se puede elegir cuándo y cómo exponerse. Algunos atletas encuentran útil desconectarse antes de las competencias o limitar la comparación a espacios constructivos (por ejemplo, analizar un partido de otro para aprender, no para sentirse menos).
4. Cuidar el diálogo interno
El Coach Mental trabaja mucho en identificar la voz crítica que alimenta la comparación. Aprender a sustituir pensamientos como “no soy tan buena como ella” por “estoy aprendiendo a mejorar esto” cambia la energía con la que se enfrenta cada entrenamiento.
5. Celebrar el proceso
Una de las prácticas más potentes en el coaching mental es aprender a celebrar los pequeños avances. Cada punto jugado con concentración, cada entrenamiento superado con actitud, es una victoria. Cuando el deportista se acostumbra a reconocer estos logros, la comparación pierde fuerza.
El papel de los padres: apoyo sin presión
Los padres de deportistas juegan un rol fundamental. A veces, sin darse cuenta, también fomentan la comparación al decir frases como “Mira cómo entrena tu compañero” o “Ese chico ya tiene una beca”. Aunque la intención sea motivar, el efecto suele ser el contrario: el joven siente que no alcanza las expectativas.
El mejor apoyo que un padre o madre puede ofrecer no es señalar lo que otros logran, sino acompañar el proceso emocional de su hijo. Preguntas como “¿Qué aprendiste hoy?” o “¿Qué disfrutaste más del partido?” son poderosas. Cambian la conversación del resultado al aprendizaje, y ayudan a que el deporte siga siendo una fuente de crecimiento y no de presión.
Volver a disfrutar del juego
Semanas después, Lucía volvió a ganar un torneo. Pero lo más importante no fue el trofeo, sino su actitud. Al finalizar el partido me dijo: “Esta vez no miré a nadie más. Solo a la pelota.”
Esa frase resume la esencia de la motivación deportiva auténtica: competir desde el disfrute, no desde la comparación.
El coaching mental no busca eliminar la competencia, sino enseñarnos a competir desde un lugar más sano y consciente. Porque cuando el deportista se centra en su propio proceso, vuelve a sentir la alegría original que lo llevó a amar su deporte.
El rival más grande está en la mente
La comparación seguirá apareciendo; somos humanos, pero la diferencia está en cómo la enfrentamos. Un deportista con mentalidad entrenada sabe que su valor no depende del marcador ni de lo que logren los demás, sino de su compromiso con mejorar cada día.
Como Coach Deportivo, he visto cientos de veces cómo un atleta recupera su pasión cuando deja de mirar afuera y empieza a mirar dentro.
Porque al final, la verdadera victoria no es levantar un trofeo, sino volver a disfrutar del camino que te llevó hasta ahí.
“Cuando dejas de compararte, vuelves a competir con tu mejor versión.”
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En el deporte, la comparación es una sombra constante. Se esconde detrás de los rankings, los likes en redes sociales o los comentarios en la grada.